Y si un día...

Fuente: farodevigo.es


El rescate con vida de tres jóvenes desaparecidas una década antes en la casa de los horrores de Cleveland causa un efecto contradictorio en las familias que desde hace años esperan que su caso se esclarezca en España, de ellas 66 en Galicia. Suman ese 8% de causas sin resolver de las casi 30.000 denuncias presentadas en los últimos dos años. La psicóloga Flor Bellver, presidenta de Inter-Sos explica que por un lado les da esperanza -¿por qué no pueden seguir vivos?-, pero por otro aumenta la angustia: "En EE UU y con medios no fueron capaces de resolver el caso en 10 años"


El dramático caso de Amanda Berry, Gina De Jesús y Michelle Knight, secuestradas cuando eran adolescentes en Cleveland (EE UU) y sometidas durante años a una brutal cautividad como esclavas sexuales, o el de la joven austriaca Natascha Kampusch que permaneció más de ocho años prisionera hasta que el 23 de agosto de 2006 logró fugarse, aportan un hilo de esperanza a las 328 familias españolas que viven la angustia de las desapariciones sin causa aparente. Si la casa de los horrores se ha convertido en lugar de peregrinación para las familias de otros desaparecidos en Estados Unidos, en España supone "una inyección de confianza para las familias de las víctimas que luchan porque no caigan en el olvido ni se abandone su búsqueda con el transcurso del tiempo", explica la psicóloga Flor Bellver, presidenta de Inter-Sos, la asociación de ayuda a familias de desparecidos. "Algo así provoca sentimientos encontrados, también mucha impotencia", advierte en alusión a las alertas que los vecinos dieron al ver a jóvenes desnudas encadenadas en el jardín pero que quedaron en nada porque cuando la Policía fue a la casa no les abrieron y nunca la registraron.


La crónica de ausencias involuntarias en España está plagada de múltiples casos aún sin resolver, si bien en lo que se refiere a menores la mitad de ellos se han fugado de casa y suelen aparecer, a tenor de los datos de la fundación ANAR, que gestiona junto con la Policía el teléfono único de la Unión Europea para menores desaparecidos, el 116000. El resto -salvo excepciones- corresponden a "secuestros" de algún progenitor.


El caso de los pequeños Ruth y José desaparecidos en Córdoba fue el último que conmovió a España, aunque finalmente resultó ser un macabro doble homicidio del que ha sido acusado su padre. Pero hay otros niños y adolescentes que se desvanecieron sin dejar rastro para cuyas familias las liberaciones de Cleveland suponen un pequeño punto de apoyo para afrontar los momentos más negros, a tenor de la reflexión de la psicóloga Flor Bellver.


Es el caso de David Guerrero, el niño pintor de Málaga, desaparecido el 6 de abril de 1987 a unos 150 metros de su casa camino de un autobús al que no se subió; de Cristina Bergua Vera, de 16 años, cuyo rastro se pierde en marzo de 1997 en Cornellá. Josué Monge, de 13 años, desapareció el 10 de abril de 2006 en Dos Hermanas, Sevilla y quince días más tarde lo hacía su padre. La pista de Sara Morales, de 14 años, se pierde en julio de 2006 en Las Palmas de Gran Canaria y Yeremi Vargas, de 7 años, desapareció en marzo de 2007, al igual que Amy Fitzpatrick, de 15 años, vista por última vez en Mijas, Málaga.

En Galicia los niños no son víctimas habituales, pero los tres últimos desaparecidos, que se remontan a los años 90, acabaron en tres ataúdes blancos: José Antonio Paulos, de 12 años, (Vilagarcía 1991); Manuel Brión, de 14 años, (Boiro 2004) y Eva Lavandeira, de 5 años, (Vimianzo).

Marina Villar con una foto de su hijo Daniel, desaparecido hace ya 12 años en Vigo.
Marina Villar con una foto de su hijo Daniel, desaparecido hace ya 12 años en Vigo.

El ourensano Guillermo Collarte (desaparecido a los 72 años en Valença do Miño en 1999 y la compostelana María José Arcos, de 32 años y desaparecida en 1996, son dos de los casos más mediáticos dada la lucha de sus familias por encontrar al menos sus restos, pues dan por hecho que fueron asesinados. "Vivir la incertidumbre de la ausencia es peor que la muerte", esgrimía Berta Collarte, hija del empresario. Algo en la que coinciden las familias de todos los desaparecidos.

Uno de los casos sin resolver más antiguos de Vigo es del joven Daniel Veloso, que desapareció el 17 de noviembre de 2001 en el alto de San Cosme. Era epiléptico y su madre, Marina Villar, lideró su búsqueda. Esta viguesa del barrio de Barreiro llegó a pagar de su bolsillo a unos chicos para que rastrearan el monte con sus perros. Nunca desfalleció para recordar que el caso de su hijo sigue abierto.

 

Otro enigma es el de la pareja de Cabral formada por Francisco Fernández Golpe y María Victoria Méndez. Su rastro se pierde el 3 de diciembre de 2004. La Policía encontró en su casa las maletas preparadas para irse al Pirineo y unos cien millones de pesetas en efectivo. Su coche apareció días después calcinado y tiroteado en el monte de A Risca. A los tres años se practicaron varios arrestos pero la causa se archivó.


Familiares de Francisco instaron en 2010 en el Juzgado Primera Instancia 2 de Vigo la declaración de fallecimiento de éste. El edicto recoge que "la última vez que se tuvo noticias de él es el 3 de diciembre de 2004 por una llamada telefónica efectiva en la que comunicaba a su familia que se iba de viaje, apareciendo el 8 de diciembre de 2004 su vehículo tiroteado, dándose evidencia de una desaparición violenta. Desde esa fecha no ha regresado a su domicilio ni se ha vuelto a tener noticias de él, ignorándose su paradero".

 

Sin su declaración de fallecimiento la familia se encontraba atada de pies y manos ante la imposibilidad de tocar el patrimonio mientras las deudas engordaban porque había que seguir pagando facturas. Las cuentas bancarias congeladas y la hipoteca pendiente acumulándose.

 

"Es muy grave que los desaparecidos no tengan derechos pero sí deberes. La administración vela más por sus bienes que por los propios desaparecidos. La declaración de fallecido va precedida por la declaración de ausente y es un trámite judicial caro. Hay que publicar edictos, personarse... Por eso queremos cambiar el Código Civil, por motivos humanitarios", expone Flor Bellver.