Fuente: deia.com
“Yaya, ¿la has encontrado?”, le pregunta su nieta si algún día va a la tele. Qué más quisiera Luisa, tras 17 años sin saber de su hija, pero por más que duela, la respuesta sigue siendo
que no.
BILBAO - Desde que su hija, Cristina Bergua, desapareció en Barcelona a los 16 años, su madre, Luisa Vera, vive -porque no le queda otra- con el corazón encogido. “El día a día es muy difícil, pero que muy, muy difícil”, recalca. Y eso que han pasado ya 17 años. Fundadora y secretaria de la Asociación de familiares de personas desaparecidas sin causa aparente, Inter-SOS, relata la angustiosa espera en la que quedan atrapados los padres.
¿La desaparición de un hijo es más difícil de superar que su muerte?
-Si es una muerte, ya sabes lo que ha pasado y a dónde ir a poner flores, pero una desaparición no se cierra nunca. Pienso que es peor por la incertidumbre del no saber.
Con el paso de los años, ¿aprende uno a convivir con ello?
-Es como el primer día. Siempre estás pensando qué pudo pasar. No se te va de la cabeza. Da igual que hayan pasado ocho meses que ocho años. Es un sinvivir. Lo que pasa es que tienes que seguir viviendo, no te queda otro remedio.
¿Cómo se afrontan los primeros momentos tras la desaparición?
-Los primeros momentos no piensas que se pueda quedar un caso sin resolver tantos años, piensas que en dos o tres meses sabrás lo que sea, después dices: Ya mismo me dirán algo. Eso te va tirando para adelante, esperando la noticia...
Y cuando la noticia no llega ¿quedan sumidos en una depresión?
-Depresión, impotencia... Te quedas vacío, haces las cosas por inercia, por obligación, no porque tengas ganas. Las familias se quedan rotas, deshechas, y las casas se quedan vacías, esperando. Es como una ruleta que abarca a todos: padres, hermanos... En mi caso, aquí no hay santos ni navidad. No te apetece estar con la gente porque, para empezar a llorar y poner mal a los demás, prefieres quedarte en casa sola y que pasen los días.
¿La angustia no se mitiga?
-Nos preguntamos cómo el cuerpo aguanta tantas cosas. Se te pone el corazón encogido y no hay manera de poder respirar tranquilo.
¿Nunca pierden la esperanza?
-Muchas veces piensas: Me moriré y no sabré qué ha pasado con mi hija. Luego tienes como una fuerza y piensas: Igual algún día sí que lo averiguo, pero no porque te lo creas.
¿Se autoengañan para sobrevivir?
-Claro. La esperanza es lo último que se pierde, pero porque tú te agarras a un clavo ardiendo y tiras para adelante. Pero es muy difícil.
¿Tiene más hijos?
-Uno, y dos nietos, que hablan de su tía, porque aquí no es un tema tabú. Mi nieta habla: la tita aquí o allí, voy a la habitación de la tita...
¿La mantiene tal y como la dejó?
-He hecho un sitio en el armario para la ropa de mi nieta, pero la habitación está igual. Mi hija, con 16 años, ahora ya es una mujer, y aún tengo sus muñecas allí puestas. Pero no como un altar o un relicario, sino para que vea, si un día tuviéramos esa suerte, que todos la estamos esperando.
Habla de ella en presente.
-Mientras no me demuestren que está muerta, también puedo pensar que está viva, porque a mí también me interesa pensar eso.
Desde que su hija desapareció han cambiado mucho las cosas.
-Cuando empezamos a reunirnos y a ir al Parlamento, se quedaban los políticos con la boca abierta. Ahora ya saben que hay este problema y que pasa en todos los sitios y clases sociales. Salen y nunca más sabes qué ha podido pasar.
¿Se suelen resolver estos casos?
-Como son desapariciones sin motivo aparente, los que se han encontrado han sido fallecidos, aparte de dos o tres, que han dado señales de vida. También hay personas mayores que se han desorientado, se han sentado en algún sitio, ha ido creciendo la hierba y se han encontrado al cabo de ocho o diez años.
En el Estado hay decenas de cadáveres sin identificar.
-Con esto de que no hay dinero, cada vez hay más. Podían intentar hacer, aunque sea con los estudiantes que acaban la carrera, unas prácticas supervisadas por los forenses para ver si esto se mueve. Es un trabajo pendiente que la Policía tiene que intentar hacer.
A veces son los padres los que tratan de buscar nuevas pistas para impulsar la investigación.
-Para las familias nunca es bastante. La Policía hace su trabajo y, cuando ya no tiene pistas, para. La familia hace de todo. Nosotros contratamos a un detective, pero al final tienes que dejarlo porque hace lo mismo que la Policía y te cobra muchísimo. Como no sea una familia muy pudiente, es muy difícil.
Cuando se da por cerrado el caso, poco pueden hacer ¿no?
-Poca cosa. Si escuchas algún comentario o alguien llama, vas y te lo miran, pero si en los primeros meses no hay algo, después ya es muy difícil poder saber.
¿De qué manera ayudan las muestras de apoyo de la ciudadanía?
-La familia se siente más reconfortada. Ves que la gente está contigo y también quiere saber lo que ha pasado. La gente es solidaria. Lo que pasa es que son casos muy difíciles, pero para la familia está muy bien que en el pueblo les apoyen.
¿Qué aconsejaría hacer a los padres de otros desaparecidos?
-Hacer lo que sea menos estarse quieto porque entonces parece como si no te importara. Las familias tienen que intentar que el caso no se olvide. Hay que seguir luchando para saber qué ha pasado con tu hijo, para bien o para mal.