- Hicieron una obra a la vuelta y encontraron unos huesos. Me llamó una periodista: "Antonia, enhorabuena, que ha salido tu hija". "¿Cómo que ha salido mi hija?". "Si lo sabe todo el pueblo...".
Salgo a la calle y voy a la tienda de ropa de vestidos, Maribel se llama la chica. "No te preocupes". Yo iba llorando. "Son mentiras. Vete a tu casa y no hagas caso a la gente, que somos todos
muy malos". A la vuelta, paro en otra tienda. "¿Qué ha pasado?", pregunté. "¿Que qué ha pasado? Si hasta en el instituto lo han dicho, que habéis matado a tu hija y la enterrasteis en la tapia".
Me puse a llorar. ¿Cómo pueden decir que he matado a mi hija? Y luego eran de un bar, huesos de pollo y carne.
Falta en esta desaparición abordar el capítulo de los/as videntes y otros supuestos expertos en búsquedas imposibles. Antonia y su hija requirieron los servicios de una reputada adivina, conocida
como la "vidente de los famosos".
- Madre mía lo que nos ha sacado -dice la madre frotando los dedos índice y pulgar. Nos hizo hacer rollitos de madera, palitos pequeños liados con una lazo, que le echáramos agua bendita y lo
pusiéramos bajo el colchón.
- La locura lleva a la desesperación y te crees cualquier cosa -apunta su hija Mari Carmen. Íbamos para lo de mi hermana, pero me dijo cosas a mí también. "Dentro de poco vas a encontrar trabajo,
van a fallecer dos personas allegadas, vas a sufrir un aborto y te vas a quedar viuda joven porque tu marido va a tener un accidente de coche". A los 15 días de volver de Madrid me llamaron para
trabajar, murieron en dos meses mi dos abuelos. Lo del aborto me pasó también. De lo que me dijo sólo me quedaba el accidente de mi marido. Y cada vez que él salía con el coche yo no comía, no
dormía.
- Han hecho locuras y algunas muy peligrosas, dice la cuñada.
El mayor riesgo lo corrieron cuando ofrecieron una recompensa de tres millones de pesetas -unos 18.000 euros-, cebo que atrajo a todo tipo de alimañas.
- Antonia: Dábamos tres millones, pero cuando quedábamos con alguien llevábamos sólo uno encima. Una vez citaron a mi marido en un descampado a las afueras y cuando llegó había tres encapuchados.
Menos mal que iba con él uno de los guardias civiles de paisano y con pistola.
- Mari Carmen: ¿Y cuando fuimos a Tomelloso [Ciudad Real], te acuerdas, mamá?
- Antonia: Ah sí. Un hombre que vino y me dio una tarjeta, que sabía donde estaba enterrada. Fuimos con el guardia civil de paisano haciéndose pasar por mi primo. Quedamos en Tomelloso, lo
recogimos y nos llevó a un bosque . Nos hizo andar, andar, andar... No sabíamos ni donde estábamos. Iba con una medalla como un péndulo. Y nada, no encontró nada.
- Mari Carmen: Lo que quería era la recompensa como tantos.
- Antonia: Otra vez mi marido y yo nos fuimos a Cartagena [Murcia] a un barrio de drogas con el millón pensando que podía estar allí .
- Antonia, por si su hija leyera esto, ¿qué querría decirle?, le preguntamos.
- Que la quiero con locura, que no se me va de mi corazón y que si no puede contarme lo que ha pasado que no me lo cuente, pero que venga o que por lo menos me dé dos besos.